jueves, 21 de octubre de 2010

Es hora

La idea de hoy era muy simple.

Iba a contarles sobre un accidente de tránsito que tuve con unos amigos, en el que el auto en el que íbamos quedó bastante hecho pelota, y cómo nosotros, con unos golpes apenas y luego de pasado el miedo tremendo, terminamos exteriorizando el mayor susto de nuestras vidas haciendo los chistes más idiotas del mundo.
Quería dar vuelta la situación, y de verdad contarles todas y cada una de las pelotudeces que dijimos.

Iba a empezar por contarles que hoy salimos temprano del trabajo y que, como a mi bella amigota N la pasaban a buscar, mi hermanito menor del corazón E y yo decidimos subirnos al mismo auto que ella, dispuestos a salir lo antes posible de una de las zonas más caóticas de Capital.

Luego les diría que, más allá de que el conductor tenía una actitud bastante canchera y algo pedante, tuvimos la pésima suerte de que, en la cuadra en la que más rápido venía, se le cortaran los frenos. Los autos de la otra mano arrancaron, y aunque los primeros nos esquivaron, dos no pudieron y nos hicieron pelota.

El primero, dio en la puerta del conductor, y ni lo vi, pero pensé que a nuestro conductor le había roto una gamba. El segundo, un taxi, dio del lado trasero izquierdo, del que yo iba, y me di la cabeza contra la puerta.

Seguramente, hasta les hablaría sobre el pánico que sentí al ver que tantos autos se nos venían encima y nosotros, sin manera de esquivarlos.

Para los que nos conocen, les aviso que todos estamos bien, y el parte médico-psicológico es el siguiente:
1- N tiene un golpe en la pierna, de esos que se te transforman en algo parecido a un huevito kinder, y una culpa que me parte el corazón. Te amo, N!!! Relax!!!!
2- Para E, el choque representó una molestia en la mano izquierda, cosa que a un gimnasta acróbatico no le viene nada bien en momentos en que se está preparando para viajar al mundial de Francia 2010 de su disciplina (sí, mi amiguito es asíííííííííííííí de groso, y eso que tiene la otra mano vendada por haberse sacado de lugar un dedo, hace unos diez días, durante una práctica, y que se acomodó él solito).
3- Por mi parte, el golpe en la cara se me inflamó, está rojo, y parece un raspón. Y a nivel dolor, me molesta un poco la mandíbula y la frente del lado izquierdo, y la rodilla también, pero nada que un antiinflamatorio del doctor ahorro no pueda solucionar.

Podría seguir escribiendo más aún sobre todos y cada uno de los interminables estados de ánimo por los que pasamos, y cómo terminamos jugando al 17 en la lotería, a la cabeza y hasta los diez, de nacional y provincia, para ver si las “coincidencias timberas” de verdad existen.

Pero como la adrenalina ya pasó, lo que me queda por decir es que – luego de un lógico llanto por pensar en lo que podría haber sucedido si nuestro semáforo estaba en rojo – siento un enorme agradecimiento al Dios en quien creo por haber hecho que nadie terminara físicamente mal luego del choque, que mis amados hermanos de la vida estén bien, y en que hay cosas que siento que el destino me está gritando en la cara. Porque si yo no trabajara en ese lugar que tan poco tiene que ver con mis verdaderos deseos, y me animara de una vez por todas a buscar lo que sí quiero, existe la probabilidad – por más pequeña que sea - de que nada de esto hubiera sucedido.

2 comentarios:

Geisha dijo...

Brindo por los despertadores de la vida, incuestionables.

Confiá y pegá el salto, abajo hay agua.

Besos

Unknown dijo...

un control de alcoholemia por ahí!! saluditos me gustó tu humor.