miércoles, 2 de junio de 2010

Ingenuidad o estupidez?

Mi chongo de turno, M, me llama para que nos encontremos en un bar a tomar algo, a la salida de su trabajo.
La verdad es que para dedicarse al comercio exterior, su lomazo era excesivo, pero muy tentador para mi. Obvio: fui.
Todas y cada una de nuestras salidas empezaban en un bar, y terminaban en un telo. La realidad es que no teníamos nada de nada en común. Para qué perder tiempo, no?

Me llama. Voy. Llego. Esta sentadito, con un traje impecable, divino, pero no está solo. A su lado, uno de sus mejores amigos. Nos presenta, y no percibo nada “raro” para mis 19.
A los cinco minutejos, cae una chica – amiga del amigo de mi amigo -. Nos presentan, y tampoco percibo nada “raro” para mis 19.

Con M decidimos irnos de una vez en búsqueda de una cama. Los otros dos hacen lo mismo, y dejan en claro porque más que amigos se los podría calificar como amantes.

Tan obvio era que, entrando los cuatro al mismo hotel, a los diez minutos de ingresar cada pareja en su respectiva habitación, los otros dos iban a tocar la puerta “casualmente”, para ver si me convencían – M no disimuló ni por un solo segundo – de unirme a su fiesta?

“Tengo un helado aplastado en la frente, en la mente tengo detergeeente...”

1 comentario:

Lolita y El Profesor dijo...

Más que obvio, dadas las circunstancias y como está la juventud.
"Perdida, está, doña. Perdida. Jóvenes éramos los de antes... Nosotras, que somos madres y argentinas" (como diría una Señora De Su Casa si leyera este post).
Ahora bien: ¿la convencieron o no?
Dele, cuente, cuente.

El Profesor